Una nueva agresión a la Sierra y a las Aguas de Monachil

(Primer comunicado, 11 de Mayo 2023)

El pasado 9 de mayo estaba previsto que se celebrase un pleno extraordinario en el Ayuntamiento de Monachil con un punto central en el orden de día: reconsiderar la construcción de un nuevo remonte para transporte de esquiadores, junto con una nueva línea de producción de nieve artificial, en la estación de esquí de Sierra Nevada.

Menos de un mes después de que ese mismo proyecto fuera rechazado en pleno ordinario gracias a los votos en contra de Izquierda Unida, y pasadas apenas tres semanas desde que el mismísimo consejero delegado de Cetursa se personase en el Ayuntamiento a poner orden y cambiar pareceres, la empresa había conseguido impugnar, mediante el pertinente recurso de reposición, la decisión que el Ayuntamiento había tomado, y revertir, gracias a las viejas artes de la persuasión y la presión política, el resultado previsible de la votación definitiva.

Sin embargo, el día 8 por la mañana nos enterábamos de que el pleno extraordinario había sido suspendido en respuesta al recurso presentado por Ecologistas en Acción, por lo que la aprobación del proyecto quedaba aplazada sine die, a la espera de que el Ayuntamiento decida si convoca in extremis un último pleno extraordinario antes de las elecciones del 28 de mayo.

Así las cosas y mientras tanto, hay que seguir diciéndolo alto y claro: el proyecto que una parte de los representantes electos de Monachil están dispuestos a aprobar en cuanto el procedimiento lo permita (un telesquí de 1’6 kilómetros de longitud desdoblado en dos tramos independientes con sus correspondientes estaciones de embarque y desembarque y un total de 19 torres intermedias, junto con un sistema de producción de nieve artificial que exigirá cientos de metros de zanjas para tuberías de agua y aire comprimido y cables de suministro eléctrico y fibra óptica con que abastecer 12 arquetas a las que se conectará un número indeterminado de cañones de nieve) es una nueva agresión a la sierra y las aguas de Monachil. Y contra ella unos cuantos vecinos y vecinas del pueblo hemos decidido alzar la voz.

Lo peor no es el destrozo inmediato y evidente que esta obra va a causar en los delicados canchales, enebrales, sabinares y piornales sobre los que está previsto instalar el nuevo remonte, destrozo que los propios técnicos encargados de informar del proyecto, y de velar por la conservación de estos parajes protegidos por ley, califican de «severo» e «irreversible».

Lo peor no es el despilfarro de energía (más de 160.000 kilovatios hora anuales, o el equivalente al consumo eléctrico anual de 50 hogares promedio) y de agua (casi 3.897 metros cúbicos, o el equivalente al consumo anual de agua de 43 vecinos de Monachil cada vez que se decida cubrir de nieve artificial las dos hectáreas de superficie afectada) que conllevará el uso de esta nueva instalación.

Lo peor es que este proyecto, que no es sino la última y más reciente de una larguísima serie de agresiones contra la Sierra y las aguas de Monachil, es la primera de otra larga serie de actuaciones con las que se pretende seguir sosteniendo un negocio cuyo funcionamiento normal ―que desde hace años viene rigiéndose por la delirante idea de que se puede desvincular la práctica y la industria del esquí del tiempo que haga se está volviendo cada vez más irracional y destructivo.

En efecto, el proyecto al que ahora se quiere dar el visto bueno definitivo forma parte del Plan Estratégico Sierra Nevada 2020-2030, documento programático elaborado por Cetursa que recoge la intención de la empresa de recabar más de 200 millones de euros con los que proseguir la ampliación intensiva (más pistas, más remontes, más cañones, más máquinas pisapistas, más hoteles y apartamentos, más aparcamientos subterráneos) de la estación de esquí, ampliación de infraestructuras que exige a su vez varias cosas más: 

Primero, y dado que el objetivo es «garantizar la apertura de la estación incluso en condiciones de absoluta falta de precipitaciones», exige ampliar el suministro de agua para la producción de nieve artificial, por lo que Cetursa tiene solicitada ante la administración competente una modificación de la concesión actual cuya finalidad es aumentar el número de tomas, el caudal autorizado y el periodo anual de captación, que pasarían de los 350 millones de litros a captar entre los meses de noviembre y marzo desde tres puntos de bombeo a los 725 millones de litros a captar entre noviembre y mayo hasta en cuatro puntos de captación. O lo que es lo mismo: pasar de captar el equivalente al consumo anual de agua de 3.835 habitantes de Monachil a captar el equivalente al consumo anual de agua de 7.953 vecinos (en 2019, según los datos del INE, la población total del municipio era de 7.939 habitantes), lo que «sin la menor duda va a producir el acortamiento de los caudales circulantes aguas abajo y el alargamiento del estiaje en el cauce del río Monachil, especialmente en años secos», según reza el informe de la autoridad ambiental al respecto. Esta ampliación de la capacidad de captación y bombeo supondría asimismo un incremento de hasta un 207% en el consumo eléctrico del sistema de innivación artificial, que pasaría de 875.000 a casi 2 millones de kilowatios hora al año (o el equivalente al consumo eléctrico anual de 552 hogares promedio), incremento que sin embargo puede presentarse (¡oh paradojas de la gobernanza ecológica y la administración del desastre!) como una contribución a «la sostenibilidad y la eficiencia energética» de la estación.

Segundo, exige seguir haciendo caso omiso de la literatura científica que viene estudiando la delicada hidrología de estas zonas de montaña y que advierte de pérdidas netas de agua por evaporación y sublimación directa de en torno al 30% (o el equivalente al consumo anual de agua de 2.386 vecinos de Monachil en el caso de que se ampliase la concesión) durante el proceso de producción de nieve artificial, lo que desmiente la machacadísima idea de que «toda el agua que se utiliza para producir nieve acaba volviendo al río» y excluye la posibilidad de que se autorice el cambio de uso (de industrial a «recreativo y no consuntivo») que pretende la estación. 

Tercero, exige seguir ignorando el conflicto creciente entre la producción industrial de nieve y otros usos del agua, empezando por el abastecimiento de agua de boca para la propia estación de esquí y terminando por los usos agrícolas y recreativos que dependen de estas aguas río abajo.

Cuarto, y mientras se aprueba o no la nueva concesión solicitada, exige seguir saltándose a la torera la legislación vigente y las resoluciones judiciales y seguir captando y trasvasando agua de fuentes y cuencas no autorizadas y superando ampliamente los caudales concedidos.

Y en quinto y último lugar, exige seguir creyendo. Seguir creyendo con fe ciega e irracional en que las estaciones de esquí pueden llegar a ganar la guerra sin cuartel que están librando en todo el mundo contra los montes, las aguas, la falta de precipitaciones, la razón y el sentir común de la gente.

Pues creen ellos, los prohombres y ejecutivos y técnicos encargados de hacer cumplir los designios del Dinero, que de verdad pueden «fabricar» la nieve; que de verdad pueden desviar, retener, entubar, bombear, embalsar, comprimir, pulverizar, congelar, transportar, arar y apisonar las aguas limpias y libres que manan de estos veneros benéficos y cambiarlas sin fin por dinero sin que esas mismas aguas se les conviertan a su vez en muerto y maloliente dinero y se les evaporen de entre las manos. Creen que pueden, y que eso es bueno. Creen que eso es riqueza. Lo creen firmemente, y más cuanto más arriba estén. Y con esa mortífera fe andan moviendo montañas, y secándolas de paso. No saben, estos temibles servidores del Señor, lo que sabían los antiguos y sigue sabiendo por aquí abajo cualquiera que conserve algo de razón y de amor por las cosas: que lo mejor es el agua. Y aunque el oro deslumbre como fuego llameante en la noche por encima de todos los bienes, el agua libre y de nadie es lo mejor y más bueno y la sola y verdadera riqueza de la que nos cabe gozar a la gente. Por eso, y porque la nieve y el agua no son de naide:

• NO AL NUEVO TELESQUÍ • NO MÁS AGRESIONES CONTRA EL AGUA Y LOS MONTES DE MONACHIL • NI UN SOLO VOTO PARA QUIENES PERMITEN EL EXPOLIO DE LOS BIENES COMUNES

 

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